Maternidad

Mamá se pone colorada

La naturalidad e ingenuidad que tienen los niños o, simplemente que están aprendiendo a hablar son los causantes de que en muchas ocasiones su “mamá se ponga colorada”.

Mi pitufo ya me ha hecho pasar por algún momento de estos y he pensado en dejar un pequeño espacio en el blog para compartirlos y tomármelos con un poco de humor.

Vamos a estrenar la sección contando “cómo el “guau-guau” empezó a ser Bruxa”

Mamá se pone colorada
inseparables

Desde que nació el pitufo siempre pensé que una de las primeras palabras que diría sería “Bruxa”, el nombre de nuestra perra, y es que desde que empezó a interactuar “la peque” (así la llamamos) siempre fue su preferida.

Estaba equivocada, no fue Bruxa pero si que empezó muy pronto a llamarla “guau-guau”. Entonces pensé que sería muy emocionante el día que comenzara a utilizar su nombre… Lo que no se me pasó jamás por la cabeza fue en la dificultad del nombre en sí, hasta hace un par de semanas, momento en el que el pitufo se lanzó a llamar a “la peque” por su nombre…

Eligió un momento perfecto, estábamos paseándola por la calle y un grupo de vecinos estaban de cháchara delante de una casa. Mi pitufo cogió aire y sin pensárselo dos veces la llamó:

– “Putaaaaa”- Me costó mucho reaccionar, no tenía muy claro a que se refería pero me parecía una palabra muy fuerte para que fuese su “temido primer taco”. Sin embargo, no tardo en sacarme de dudas… cogió aire de nuevo y volvió a gritar- ¡Puta vennnn!, ¡Puta!

En ese momento fue cuando empecé a parecerme a un tomate. No sabría deciros si los vecinos miraban o no, yo no levantaba la cabeza del suelo mientras intentaba explicarle cuál era realmente el nombre de su perrita a la vez que le “arrastraba” hacia casa. Cuando llegue a mi puerta, con mi pitufo que seguía (feliz con su logro) llamando a bruxa, si pude ver que a los vecinos les había hecho gracia el asunto. Cerré la puerta y tarde un ratito en recuperar mi tono de piel pálido, casi transparente, típico de esta época.

A día de hoy he conseguido que la mayoría de las veces la llame “Buta”, pero en muchas ocasiones sigue diciéndolo mal. No puedo evitar pensar si en la guardería se le habrá ocurrido llamarla, porque si es así se preguntarán “¿pero este niño que oye en su casa?”…e inevitablemente vuelvo a ponerme colorada mentalmente.

En fin, espero que pronto aprenda a decirlo bien. Lo que sí tengo claro es que nos pensaremos más el nombre del próximo animal que entre en nuestra casa.

Y tu ¿te has puesto alguna vez colorad@ por alguna salida de tu peque?

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